Lengua y pertenencia: Tu voz viaja contigo

Migración12/10/20252 min de lectura
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Autora:
Daniela E. Correa Toro
Psicóloga
Lengua y pertenencia: Tu voz viaja contigo

Hablar es una manera de contar quiénes somos.
En nuestras palabras se reflejan las experiencias que nos formaron, los lugares que habitamos y las emociones que nos acompañan.

Cuando migramos o empezamos a vivir en otro idioma, esa voz también se transforma. Cambia con nosotros, se adapta, busca su espacio en un entorno nuevo.
Y aunque a veces pase desapercibido, detrás de cada acento hay una historia de esfuerzo, vulnerabilidad y valentía.

Cada frase pronunciada en una lengua distinta es un recordatorio de que pertenecer no significa perderse, sino seguir construyendo quiénes somos, incluso en otras palabras.

El idioma como frontera invisible

Muchos migrantes describen su relación con el nuevo idioma como una montaña emocional.
Al principio todo es entusiasmo: aprender, practicar, poder comunicarse.
Pero con el tiempo aparece el cansancio de tener que pensar dos veces cada frase, el miedo a equivocarse o el peso de las bromas por cómo suena la voz.

Desde la psicología de la migración, esto se conoce como microagresión lingüística, esto es pequeños comentarios, gestos o burlas que, aunque parezcan inofensivos, pueden despertar sentimientos de vergüenza, frustración o exclusión.
No duelen por el tono, sino por lo que insinúan: “No perteneces del todo aquí.”

¿Qué dice la psicología?

La psicología intercultural entiende la identidad como algo vivo, flexible y en constante cambio.
Cuando una persona cambia de país o de idioma, su identidad se expande: integra nuevas palabras, gestos y formas de ver el mundo, sin tener que borrar de dónde viene.

El psicólogo John W. Berry (1997) lo explica así: los procesos de aculturación más saludables son aquellos que permiten conservar aspectos de la cultura de origen mientras se incorporan los de la nueva.
Ese equilibrio da lugar a una identidad más compleja, más rica, más humana.

Por eso es tan importante fortalecer la autoaceptación lingüística. Hablar con acento no es un error, sino una muestra de aprendizaje y de valentía. También es válido sentir dolor cuando alguien se burla o corrige sin empatía; esas heridas pequeñas también pesan. Lo esencial es seguir buscando espacios donde tu voz pueda ser escuchada sin miedo, sin juicio y con respeto, porque cada palabra que pronuncias lleva dentro una historia que merece ser reconocida.

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